Kangamba, del amor, la guerra y otros demonios

Kangamba, del director Rogelio París

Fue casual que yo naciera unos días después de la batalla de Cangamba en agosto de 1983. No por azar mi padre había regresado de África unos años antes, aunque nunca estuvo tan cerca de ese poblado ubicado al sur de Angola, país al que miles de internacionalistas cubanos fueron a luchar por preservar su soberanía ante el régimen racista.

Con el tiempo a mí sólo llegaron referencias lejanas de lo que sucedió allí y hace poco tiempo empecé a conocer lo que fue la batalla de Cangamba, con la filmación de la película sobre aquel suceso memorable, el cual arriba a su 25 aniversario.

Kangamba (se escribe con K pues es una historia de ficción inspirada en los hechos reales) de Rogelio París se ha convertido en uno de los filmes más esperados por el público cubano y que por fin a partir de hoy llega a la pantalla grande.

El peso de la historia y el tremendo esfuerzo tecnológico y profesional que implicaba una cinta como esta demoraron el término de la producción que llevaron en común el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Pero como ha precisado en reiteradas ocasiones su director, Kangamba no es una película de guerra sino de hombres y mujeres en la guerra. Si bien trata un episodio triste de la historia de Cuba y África, la película es más que un canto a la batalla que devino hazaña por la entereza de las tropas cubanas y la FAPLA que resistieron el cerco de la UNITA por varios días.

Sin olvidar la epopeya e intransigencia de los cubanos, Kangamba, que es contada por un personaje ficticio, refleja a esos héroes que también tienen miedo a la muerte o cuando se les acerca el enemigo; a los hombres y mujeres que llevan dentro sus propios problemas, contradicciones, dudas, cicatrices, como las que condujeron a París a hacer la película.

Aquellos individuos fueron dispuestos a dar la vida pero también deseaban regresar a Cuba con sus familias, esos son los personajes de Kangamba: los que desconfían, los que toman el ron de sus compañeros porque desean más de lo que les tocó, los pilotos expertos que también fallan en sus lanzamientos durante la batalla, el fotógrafo que intenta retratar la muerte, los que contraen infecciones de trasmisión sexual, los que construyen un horno donde cocer el pan que ansían saborear, los que pierden hasta sus ojos y aún así no se rinden . Los seres humanos.

Cuánto puede soportar un hombre bajo un bombardeo constante, se pregunta Mayito, uno de los protagonistas. Cuánto si ese ataque no proviene sólo del fuego enemigo que es superior en armamento, cuánto si se trata del bombardeo del hambre y la sed porque están bloqueados, de la conciencia, de la memoria, del miedo.

Ahí están algunos de los valores de la cinta, en la humanización de la historia y de cómo lo lograron con muy buenos efectos visuales, con una fotografía que nos lleva adentro del campo de batalla y hace temblar, con las imágenes de archivo que nos recuerdan (incluso para los que no lo vivimos) la realidad y tanto amor, con la insuperable música de Edesio Alejandro o la lectura de fragmentos de la carta que el Comandante en Jefe Fidel Castro les envió a esos combatientes durante la batalla y que llega casi en el momento clímax del filme, como un estímulo a quienes allí se resistían a perder lo que habían conquistado.

Sin embargo, hay que señalar que como texto cinematográfico Kangamba tiene varias lagunas en el guión pues a veces resultan obvios o forzados algunos parlamentos que podían haber sido sustituidos por imágenes y viceversa, como cuando el que narra la historia se pierde en el último tercio de la película y aparece al final para terminar en una escena que sorprende.

El General de Brigada Enrique Acevedo, quien fue el coordinador principal de las FAR en la realización, asegura que lo que se cuenta es muy fiel a la realidad.

Para quienes trabajaron en Kangamba esta fue una experiencia imborrable y creo que para muchos espectadores será también conmovedora.

Colaboración de Elizabeth López Corzo